“La miseria
se quedó adherida a mi alma
Y mis pupilas
soñaron un nuevo grito de libertad”.
Silencios
de olvidos abandonados
Casas
cosidas sobre zancos de barro
Olor
a tierra curtida
Hamacas
de sueños prestados
Puertas
que cuelgan sobre la espera
De
un mañana que despliegue velas
Arrancándole
a la pobreza
Una
pócima de esperanza.
Allí
los blancos no se discriminan
Representan
monedas universales
Convertidos
en posibilidades
Deambulan
sobre esta tierra como en una pasarela
Rabia,
cansancio, tristeza
Tizones
desnudos juegan sobre las olas
Mientras
el mosquito y el jején
Te
dan la bienvenida
Fogones
que huelen a pescado
Pescado,
pescado y patacón
Miseria
de la Costa Pacífica
brazos
de arena.
Allí,
Juanchaco y Ladrilleros
Con
el oro adherido a sus pieles
No
pudieron liberarse de sus cadenas
Mientras
otros se llevan sus riquezas
Sus
gentes diamantes en bruto esparcidos
Cimarrones
surcando el mar como ballenas
Barcos
a la espera de permiso
Para
aventurarse a zarpar.