Los
amores sutiles se enredan en los dedos
Cohabitando
en las cuencas de las manos
Desplazándose
sigilosamente sobre estas
Convertidos
en algodones de azúcar.
Aterciopelan
el alma como espumas
Abanicando
la vida con su suave brisa
Y se
cuelgan de los ojos
Cayendo como cascadas
Luego
se desplazan a los labios
Entreabiertos
de emoción
Recibiendo
el dulzor
De
la miel de las abejas
Y
fluyen por todo el cuerpo
Rompiendo
la aridez de tu desierto
Dejando
que florezcan de nuevo
Todas
las primaveras.