La calle angosta y empinada cubierta de
piedras, con sus casas antiguas llenas de grandes interrogantes y secretos, hoy,
convertidas en discretos instantes, reciben con sus brazos abiertos a grupos heterogéneos,
quienes degustan una cerveza, un aguardiente o una deliciosa torta, todo esto
acompañado de una suave melodía que surge con despreocupación de alguno de sus
sitios.
Una vez los pies se introducen por
aquella calle larga denominada “China”, la imaginación
vuela sumergiéndose en la época de la Colonia; un bastón ameniza la
mano, un sombrero de copa danza en los pensamientos, una falda larga se agita
como se agita sobre el corpiño los senos de las adolescentes; Cuando la
historia desemboca en la plazoleta del Chorro de Quevedo, la flauta, la quena,
el acordeón y la guitarra dan la bienvenida, figuras sentadas sobre el suelo
sueñan, escuchan historias y un cuentero relata la trama que teje la
desaparición de la dama sentada en el balcón, dueña de aquel hermoso gato y ese
exótico personaje viajero, el cual no se volvió a ver cuando la mujer
desapareció sin dejar rastro alguno.
Es allí, donde la historia se pierde
por una calle pintoresca, al frente de una banca que invita al amor, la puerta
de aspecto bohemio se abre para darle cabida al corazón, que palpita al ritmo
de la majestuosidad de la música, interpretada por dos seres de aspecto
diferente y voz inigualable, esa música del mundo penetra cada espacio del
“breve espacio en que se habita”; es tu casa, es mi casa, la casa de todos,
mesas con lámparas a media luz alumbran el ensueño, la amistad, el amor, el
olvido, el calorcito sostenido por una pequeña chimenea, se abraza al corazón
nostálgico, haciéndolo latir profundamente.
Los recuerdos invaden las grietas del
pensamiento, salen a flor de piel los deseos reprimidos, se intercambian
sentimientos, se lucha para que el amor no aflore sin decoro, para que los
sentimientos no se conviertan en viento que transgreda el sitio y a sus
visitantes.
En ese sitio denominado EL GATO GRIS, las paredes guardan el
silencio de un beso profundo, el secreto de un amor no correspondido, el llanto
de un alma o la suave caricia de un cuerpo que se brinda con pasión contenida,
revelando todos los instantes del universo, implícito en ese majestuoso hoy,
reserva del mañana.
Sitio pintoresco, como una copa de
prosa y verso descubriendo la noche y la noche develando el sentir de aquella
alma bohemia, que se permitió soltar su mente atada al no se puede, por un sí
de un único instante, que se dispone a soñar en el brindis de un hasta
siempre.
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