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Fue
en un fin de semana, una de las tantas, cuando todos los primos nos reuníamos
en mi casa, para dirigirnos a la finca de Simón “el grande”, aquel amigo
inmenso de mis padres, compañeros de juventud, persona amable y muy querida por
todos, siempre estaba dispuesto a compartir con nosotros, sus hijos putativos,
como cariñosamente nos llamaba.
Ese
día nos levantamos muy temprano, el sol apenas se asomaba por entre las ramas
del árbol de aguacate y el gallo cantaba tres veces, como negándose a aceptar
la madrugada. Mientras que nos cepillábamos los dientes, Lola aún no terminaba
su desayuno, una suculenta arepa, huevos pericos y una deliciosa tasa de
chocolate, con una rodaja de queso, corrí presurosa al comedor para ayudarla
con el chocolate, Lola por favor apúrate, antes que el abuelo se vaya y te deje
en casa, por fa muévete; el pito de la camioneta mostró sus dientes, era el
último aviso, tomé de la mano a Lola y corrí hacia el carro, de un salto me
subí, pero Lola, la más pequeña, que apenas contaba con siete años, según nos
contaba nuestra prima Alicia, no podía encaramarse, tuvo mi papá que alzarla,
obligándola a que se sentara, para que no se fuera a caer.
Siempre
era lo mismo, nos tocaba cuidarla so pena que Alicia, llorara todo el camino,
porque no teníamos en cuenta a Lola.
Estos paseos eran deliciosos, los nueve primos cuyas edades oscilaban entre los ocho y
once años, nos reuníamos casa ocho días, para pasar fin de semana juntos.
Pasadas
dos horas de camino, estábamos en la finca, la chorrera nos esperaba, así que
nos colocamos el vestido de baño y nos arrojamos al agua, todos cogidos de la
mano y mientras nos reíamos y nos aventábamos agua, escuchamos un grito,
nuestras miradas se dirigieron al sitio de donde había salido la llamada de
auxilio, era la prima Alicia, que con sus grandes ojos azules desorbitados,
pedía auxilio, Lola se estaba ahogando, todos nos miramos, Alicia gritaba y
lloraba y no atinábamos que hacer.
De
pronto el primo Jorge, nadó hasta donde indicaba Alicia, que estaba su
amiguita, era la parte más honda , pero todo fue inútil, Jorge no alcanzó a
llegar y Lola se ahogó frente a la mirada atónita de Alicia, se hundió sin
burbujas, su cuerpo no lo pudimos rescatar, pero lo que si les puedo asegurar, es
que después de cuatro años de tener que andar con Alicia y su amiga Lola, fue
la primera vez que regresamos a casa más holgados, ya no tuvimos que volverla a
esperar, es que eso de tener una amiga imaginaria es muy jodido.