He
decidido autoexiliarme, viviré en ese país llamado “Victoria”, aquel donde el
sol jamás se esconde y en sus noches alumbra la claridad de los luceros y el
faro de la luna; me bañaré en sus ríos tormentosos, que caminan por las orillas
reverdeciendo sus riberas, aquellos que bajan de sus cordilleras, salpicando de
agua limpia las mejillas que asoman por entre sus humedales y selvas; navegaré
sus espacios de corrientes dantescas y cataratas que respiran vida.
Me hamacare
sobre sus arenas, ardientes como las pasiones que brotan de los corazones
enamorados, tallaré sobre sus piedras mi historia y dejaré las huellas de mis
pasos vagabundos marcados en el frenesí de un redoble de tambores; solo escucharé
los ritmos melodiosos de mi corazón y beberé de sus fuentes el vino del amor,
embriagándome de cumbia, Currulao y Mapalé.
Es en
ese país donde solo se escucha el sonido ancestral de la vida, donde se sueña
dentro de la placenta alimentándose de líquido amniótico, es allí donde podré
escalar sus montañas rocosas asidas al cordón umbilical, remontándome
genéticamente hacia el universo lleno de pensamientos armoniosos.
Danzaré
entre vórtices y aristas y mi cuerpo y el tuyo al fin serán una unión cóncava y
convexa, creando la unidad perfecta.
Por
todo esto me exiliaré en ese país llamado “VICTORIA”, en ese espacio de mi
vida, en esa parcela de mi corazón donde caben todos los sentimientos humanos
necesarios y la fuerza capaz de concebir PAZ.
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