Y sus hojas se fueron desprendiendo
cayendo sobre el césped, en silencio,
una llamada, lacónica, sombría
avisaba la partida.
Y la tierra se cubría de mutismo
lágrimas caían presurosas,
un adiós se desprendía en cada sollozo
el familiar, el amigo, el conocido.
Y gea seguía mojándose
mientras los ojos,
se cerraban con espanto
de tanto sufrimiento y espera.
Y el tiempo se detuvo
las horas, eran susurros lastimeros,
una a una, las hojas seguían desgajándose
del árbol de la vida.
El alma cada día despertaba
Mustia, triste, grisácea,
mientras las calles, eran soledades
sin ojos, sin pies, sin risas.
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