Un
día cualquiera, Ramona se despierta, estira su brazo hacia el lado izquierdo
para darle los buenos días a Jacinto, pero no lo siente, piensa por un momento
que debe estar en el baño o preparándole un delicioso café, espera unos
minutos, lo llama, pero nadie responde; un poco preocupada, se levanta y se
dirige a la cocina, no sin antes mirar hacia el baño cuya puerta estaba
abierta, regresa a su cuarto y mira al fondo del apartamento hacia esas dos
alcobas que siempre permanecen cerradas y donde nunca pudo entrar por expresa
prohibición de su pareja.
Pasan
las horas, el reloj de péndulo con su campana ruidosa marca las 9 de la mañana.
Preocupada decide entrar a dichas habitaciones. Presa de curiosidad busca las
llaves y abre una a una cada puerta. Ambas alcobas estaban colmadas de libros;
sus paredes se pierden entre las bibliotecas y los libros apostados sobre
ellas. El polvo cubre todo el espacio, estornuda en repetidas ocasiones, esa
alergia al polvo en ella era muy evidente, llama, pero el silencio es muy
elocuente, Jacinto no está allí. Mira al piso y ante su vista aparecen
infinidad de periódicos arrumados por fechas, algunas de estas ya no se ven,
han desaparecido cubiertas por el polvo. No logra entender por qué Jacinto
colecciona tanto periódico. Que tuviera estantes de miles de libros tiene una
razón, él es un apasionado de la lectura; pero, que coleccione periódicos no
tiene explicación alguna, y menos cuando hoy día cualquier noticia puede ser
consultada en las redes. Son cúmulos de papel inamovibles ―achís, achís, achís,
achís, achís―.
Tuvo
que salir apresuradamente, sintió que su pecho se cerraba, casi no podía
respirar, no obstante, un olor característico le llamó poderosamente la
atención, ese olor penetrante de macho en celo, se preguntó: ¿Qué raro? Huele a
él, pero no lo veo; su olfato la guía de nuevo hacia su alcoba, mira por todas
partes, abre su closet, está todo perfectamente doblado y acomodado: las
medias, los pantaloncillos agrupados por colores, sus pastillas, libros y más
libros; libros sobre las mesas de noche igualmente llenas de polvo; de las
lámparas cuelgan telarañas; mira hacia la cama, de pronto descubre que en el
sitio que él ocupa siempre para dormir, hay un cúmulo de papel periódico
formando la figura del cuerpo de un hombre, sí un hombre de su estatura.
Piensa
que es una broma, se sienta y se pone a leer noticias del año 1972, que eran
las que sobresalían. Pasaron varias horas, días, años, hasta descubrir que el
que estaba allí, a su lado izquierdo, era él, Jacinto, ¡se había convertido
irremediablemente en un periódico!, así es que cada día ella podía conocer todo
lo que había sucedido en el mundo. Su cuerpo, diariamente cambiaba de
información: tiras cómicas, noticias sociales, fútbol y más fútbol. Un domingo
leyó una historia titulada «¿Qué sucedería si algún día descubres que tu hombre
es solo papel periódico?». Y, más abajo decía en letras mayúsculas ÚLTIMA
NOTICIA: «un hombre incineró a su pareja prendiéndole candela con unas cerillas
y avivando el fuego con papel periódico».
Solo
ese día Ramona decide salir de ese apartamento, temiendo por su vida. Eso sí,
contrató a una empresa de acarreos, para que le llevaran a su nueva casa todo
el periódico que había allí. En su lecho solo quedó Jacinto, al lado izquierdo
de la cama.