En los tiempos de Oráculos y Sibilas, existió
un sitio en Grecia llamado el “Jardín del amor”, donde las flores
en un torbellino de colores, se abrían majestuosamente mostrando su voluptuosidad, de tal forma que excitaban
los sentidos.
Psique, rindiéndose al hechizo exótico del canto de aquel turpial que entonaba hermosas melodías y que precedía la llegada de la poseedora del amor de Eros, mostraba
su majestuosidad ataviada con suaves velos diseñados con finos bordados, ribetes en oro y plata y en tonalidades azul, violeta, aguamarina y rosado, similares
a los naturales diseños de las alas de las mariposas Monarca.
Su cuerpo flexible como oleaje suave, se movía
con gracia y encanto acompasadamente
al ritmo del Laúd que interpretaba
Eros; el cielo regalaba su azul turquesa
en las aguas del estanque colmado de peses cromáticos; el amor esperaba pacientemente, estremecido de ardor, imaginando a Psique con
su piel nacarada, palpitante y ansiosa, languideciendo sobre su regazo, pidiéndole
a gritos recorrer todas sus moradas,
descubrir sus más profundos secretos con su cuerpo transpirado de ardor, Él esperaba
que Ella le demostrara todo su amor.
La espera era eterna, todo estaba dispuesto
para la ceremonia, el sol en todo su
esplendor emitía rayos multicolores, matizando como un gran diamante todos los espacios; el cielo
abierto parecía una gran amatista,
destellando visos violetas y envuelto en esta sintonía de amor se asomaba
ruborizándose, mezclándose entre las
ramas de los frondosos árboles, quienes sacudían sus cabezas, mirándose y
admirando el preámbulo de lo que estaba por suceder.
De repente se produjo un silencio total, jamás
en la vida las esencias habían emitido tales fragancias, todo hacía prever que
aún sin haberse visualizado, sin tan siquiera tener contacto, el amor había
impregnado todos los espacios. Los pétalos se abrieron entregándose a esta
sinfonía, los pájaros al unísono desplegaron toda su belleza aromatizada de mil
colores; el jade hizo su presencia
para que esa energía singular no desapareciera, Eros y Psique en su nuevo reencuentro,
reconociéndose; los ojos de Él como obsidianas de singular belleza, hablaban
de su amor por Ella; una ráfaga de viento sacudió su cabellera dorada, sus
pasos armoniosos se aproximaron, la tomó entre sus brazos, la tendió sobre el
tapiz verde esmeralda acariciando suavemente
todo su contorno, de los senos de Psique brotaron mieles, el navegó de manera acompasada sobre suaves olas, sus
cuerpos con estertores de muerte, se sincronizaron rítmicamente, sus labios se
unieron, se nutrieron, se extasiaron. ¡La polinización había comenzado!.
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