Cierto día, meditando en voz baja, sobre la esencia del
amor, aquel que cuando se mira a los ojos, el pecho se
ensancha y miles de mariposas aletean misteriosamente cerca del corazón; ese
amor que hace que el sol sea más radiante, que la lluvia desaparezca, dejando
atrás los nubarrones, que el viento sople tonalidades y que los violines reciten
poemas de amor. No sabía que el abuelo, escuchaba calladamente, sus ojos
miraban al horizonte, de pronto, emergió como leve sombra, con su caminar
pausado, me miró fijamente y una estela de amor me cubrió totalmente, y fue así
como escuché este bello relato.
“El amor que he sentido por tu abuela, te podrá explicar
lo que es realmente este sentimiento, Ella, me gustó desde siempre, desde el
día en que la vi por primera vez, cuando se disponía a partir para la ciudad;
fue un amor escondido en el tiempo, que pasó por mi vida, sin borrar el
sentimiento perdido en la distancia, y luego como si abriera los ojos, me
sorprendo al encontrarme con sus ojos, descubriendo con asombroso encanto, que
mi amor por ella, solo estaba bajo la piel dormido, y ahora que me pregunto,
¿podré su amor esconder, después de haberlo poseído?, ni siquiera lo intentes,
el corazón me responde, ya tu piel lo ha sentido, marcando todo tu cuerpo, con
su sello inconfundible”.
Prosiguió contándome, todo lo que para el significaba ese
amor, guardé silencio, solo se escuchaba el ruido de las hojas desprendiéndose
de los árboles, el pájaro carpintero cesó en su trabajo y poco a poco las hojas
se fueron arremolinando, admiradas de poder sentir ese amor tan grande, y prosiguiendo
me dijo…
“Es para mí, el olor de la ternura, la miel de la cual
extraigo su dulzura, cada vez que estamos juntos, y lo bebo a sorbos y lo saboreo
todo, tomándome su esencia, que me sabe a duraznos en almíbar.
Es la caricia del sol mañanero, el calorcito del abrazo
tierno, mil cantos de aves enamoradas, en un cielo azul despejado, es mi pasión
eterna, es el gusto por la vida y la razón que me inspira este sentimiento de
locura”.
Este encuentro fue asombroso, todo el entorno se rodeó de
luz, mis oídos ya no escuchaban, solo mi alma percibía su sentimiento, era
música en mi sentir.
De pronto, él se alejó, tal como había llegado, mi abuela
lo llamaba para obsequiarlo con un delicioso cafecito humeante , desperté
debajo de las frondas que cubren la alameda, las hojas habían cubierto mi
cuerpo y el pájaro carpintero continuaba con su labor, sorprendida y feliz,
continúe caminando, por el mismo sendero colmado de flores, que continuamente
recorría, cogida de la mano de mi amor, cuando en nuestros paseos matutinos nos
amábamos intensamente, fundiendo nuestros cuerpos en uno solo, logrando así
apagar el fuego que nos consumía, mientras tanto la lluvia empezaba a caer,
mojando mis pies descalzos.
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