Es una flor abierta
mostrando su desnudez,
salpicada de rocío.
Sus pétalos soberbios
rojos como la sangre,
calientes como volcanes
hecha de fuego.
Sus pezones erguidos
ofreciendo ser
saboreados,
y qué decir de sus humedales
senderos, mostrando el
camino
no recorrido,
deseosa de un
transeúnte
que invada sus cuevas y
recovecos,
que sus manos acaricien
su cuerpo sediento,
y que paso a paso
descubra sus puntos,
haciéndola vibrar
en estertores.
¡Bésame! grita, muerde mi
boca ávida
que el fuego consume
mi existencia.
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