Hay rincones en las casas
con espacios que dejan
huellas,
que huelen a nostalgia
y tiempo
y a melodía inconclusa,
que marcan la historia
de un violín silenciado,
de un caballero
esculpiendo
efigies pequeñas,
dibujando con puntos
figuras
y un telescopio
olvidado.
Esos vestigios que
recorren
los recuerdos dormidos,
y que perduran marcando
el tiempo
con su tic tac
imperceptible,
que camina en puntillas
con paso lento y seguro,
hacia los susurros
melodiosos
de una canción de Serrat,
con olor a café
o el rasgueo de una
guitarra
con sabor a parra.
Son trazos que emergen
en corazones sensibles,
que hablan de amistad
de vínculos de
pensamiento,
de ideas que atraen y
unen
con lazos eternos,
de caminos recorridos
rastros de caminantes
que llegaron como
estrellas,
afectos a la vía láctea
para continuar viajando
a través de la
nostalgia.
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