… “Sin embargo, esta última opción era,
paradójicamente, la única que ofrecía una cierta independencia y posibilidad de
desarrollo de una vida personal […] las razones para el ingreso al convento
están asociadas no con la voluntad, deseo o elección de la postulante, sino con
la imposición de la familia o de la sociedad como un recurso cómodo y seguro,
que recibe además la legitimación de lo que es favorablemente entendido como
bueno para la mujer-niña”159.(159 Íride María Rossi de Fiori, Rosanna Caramella
de Gamarra, Soledad Martínez de Lecuona, Helena Fiori Rossi, La palabra oculta.
Monjas escritoras en La Hispanoamérica colonial, Salta, Universidad Católica de
Salta y Biblioteca de textos Universitarios, 2008, p. 34-35.
En aquel lúgubre
claustro
murmuraban las
cadenas,
que arrastraban
una vida
de olvidos,
cirios y penas,
olor a humedad y
ausencia.
¡Ah! Monasterios
que conculcaron
la libertad de
escoger el camino,
que entre
cánticos, salmos y aleluyas
le rogaban a un
dios que intercediera,
por una vida robada.
Cuentan que en
las noches sin luna
aún se escucha
el trotar de caballos,
sobre la calle
empedrada.
Caballeros con
fuego en el alma
y armadura en su
cuerpo,
buscan los besos
de su amada.
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