domingo, 27 de febrero de 2022

LAS HORAS DESLEIDAS


 

Descuidadamente miro la hora

son las 12:37 de la mañana,

una hora que no me dice nada

no la necesito, puede derretirse,

como la derritió Salvador Dalí.

Y es una hora en un parque cualquiera

de una ciudad cualquiera,

que guarda paisajes que solo yo observo

el árbol que me da sombra,

que abanica la vida

y que mirándome exclama: ¡soy libre!

no tengo horas, no las necesito.

Y mientras tanto, sentada espero

y los pensamientos tallan,

como procesión sin fe

como adiós definitivo,

como tapabocas

como soledad de enfermo hospitalizado,

como muerte, sin acompañamiento.

no obstante… llegan voces

a mi alrededor surge la vida,

la fe en el cambio, el voceador de alimentos

una madre y su hijo,

yo y mis circunstancias,

y ese aviso PROFAMILIA

¿vida? ¿Esperanza? Y despierto,

la espera ha terminado.

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