Se enredó en su cuerpo
se deshizo en sus
brazos
se atornilló a su
boca.
Y fueron sus pies
raíces profundas,
que dieron frutos.
Hoy se miran y sonríen
observan sus críos,
manzanas del fruto
permitido.
Ya no hay paraíso
ya no hay quien los observe,
ni los censure.
Y fueron libres
como el viento,
como un trinar de
pájaros.
Solo la serpiente
sufre
se arrastra y gime,
y se pregunta.
¿En qué, me equivoque?
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