Aún
puedo respirar y me he quedado maravillada, mis pulmones se ensanchan y sonríen
y los árboles que encuentro a mi paso agitan sus verdes sombreros saludándome festivos,
algunos se inclinan y me refrescan, otros tejen pequeños espacios mostrándome
un bello tejido de filigrana, dejándome ver entre su follaje esa claridad entre
azul y blanco por donde los rayos del sol penetran.
Río
tranquila y me siento protegida, el aire baja encañonado por entre las
cordilleras refrescando mis pasos; el rocío me cautiva, los cantos de los
pájaros con sus plumajes multicolores alegran la vida y el sonido del agua
danza de alegría refrescando la ribera.
Los
campos reciben la semilla y se cosecha la tierra y la vida llega con olor a
albahaca, con la piel del color de las motas de algodón, ojos negros como la
tierra y los labios dulces como la panela.
El
mar majestuoso viste la playa de olas y los arrecifes, corales y peces
serpentean; allá en el infinito paralelan el sol y el agua cerrando sus
compuertas tiñéndose de colores anaranjados; un pescador regresa con su canoa
llena de peces, mientras su atarraya soñolienta descansa sobre la playa.
A
lo lejos se siente la respiración de la selva con olor a musgo, a humedad; el
caucho derrama leche y el aborigen remonta los ríos con el conocimiento de las
plantas medicinales y la comunicación con sus ancestros a través del Yagé.
A
lo mejor un mono sueña y una cascabel espera nuevamente a su Eva para volverla
a obsequiar con el conocimiento, y que sea ella la que proteja la biodiversidad y a sus hijos; los árboles se
despiertan regalando oxígeno, mientras los volcanes dormitan y las montañas protegen.
La
tierra palpita de amor y sacude las fronteras creadas por los hombres; no obstante
tantas maravillas, los humanos destruyen la tierra, talan los árboles acabando
con el oxígeno, la desforestan, cazan los animales que se encuentran en vía de
extinción y comercializan sus pieles, reemplazan las semillas naturales por semillas
transgénicas, y mientras tanto Monsanto engorda sus arcas, la corrupción se
viste de fiesta y no les importa la naturaleza, secan los ríos, el petróleo
asfalta los mares y la tierra gime cuando en alguna parte del mundo mueren los
niños víctimas del hambre, no obstante creo que aún podemos salvar el planeta,
es cuestión de conciencia y compromiso.
La
guerra se traga a los hombres, la historia desaparece, violan mujeres, matan
personas en nombre de Alá, los misiles cruzan el espacio, las ciudades son
convertidas en polvo y la sangre corre como río desbocado, se crean virus y
bacterias, para que luego los industrias farmacéuticas puedan vendernos sus
medicinas, las vacunas se ensayan en los cuerpos tercermundistas y surgen
nuevas enfermedades, los alimentos producen cáncer, las drogas como el Internet
adormecen las mentes, las abejas desaparecen, el hombre ya no se comunica con
su vecino, solo lo hace a través del chat, viviendo en una terrible soledad,
así su amigo esté al frente; mientras tanto, la tierra gime, implora, llora al
ver cómo nos destruimos y acabamos con ella; el planeta tierra agoniza y en su estertor
se asombra al ver cómo toda esta civilización está cavando su propia tumba.
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