El corazón de la abuela, olía a café con leche, Ella molía los
granos y luego nos deleitaba con ese aroma tan especial; todos esperábamos a
las 7:00 de la noche el cafecito alrededor de la mesa, esta hora era el inicio
de los cuentos de espanto, acompañados de una luz mortecina y grandes paredes
que hacían del comedor, el lugar propicio para este tipo de historias.
La tetera de estilo barroco, adornaba la mesa, allí hervía el
agua y luego al café le colocaba una copita de
brandi, haciendo la delicia de todos los nietos.
Nuestros padres desconocían las alcahueterías de la abuelita,
era un secreto bien guardado entre Ella y sus nietos.
Ahora me pregunto, si nos reuníamos por el café, los cuentos, el
amor de la abuela o por el delicioso sabor a licor.
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