El tiempo se
detuvo bajo la sombra del alero de la vieja casona, allí, sentada como siempre
Ella, la de los ojos azules y sonrisa amplia, con ese rictus de tristeza en su
rostro, su mirada perdida, silenciosa, esperando aquello que jamás llegaría al
menos por ahora, la tan ansiada muerte, ya lo había intentado cuatro veces,
todos fallidos, no sé si era que realmente no lo quería hacer o contaba con
suerte o como decía su hermana, no era aún el momento.
Cuando llego se
queda mirándome, perdida, hola Ana, ¿cómo has estado?, sonríe, dando la idea
que me reconoce, pero al mirarla a los ojos, veo que no miran, querida, soy
Antonia, no pude venir la semana pasada, estuve trabajando en algo que llaman
intimista y se me ha dificultado, la verdad, muchísimo, ¿Me has extrañado?,
sonríe, con esa sonrisa decadente, pero amplia, su preciosa dentadura también
sonríe en su blancura.
De pronto me
dice mira mis manos, con estas puedo proyectar sombras, puedo crear el mundo o
acabarlo, claro que preferiría esto último, no puedo continuar en este plano,
no es mi sitio, me duele, y comienza a darse golpes en la cabeza contra la
pared.
¿Te puedo
describir mis manos? ¡Claro!, hazlo, me encantará escucharte, pero déjame un
momento entro a saludar a tu hermana Sonia y regreso, solo unos minutos, ¿está
bien?, el silencio invade el corredor, solo me mira, de pronto exclama ¿Quién
eres? ¿Te conozco?, no, no creo, en este sitio solo estamos los que ya partimos
y tú tienes cara de mundo, mira el vestido que llevas puesto, muy alto, como
altos tus tacones, vas de conquista? Tienes una apariencia terrible, vete,
apártate de mí, veo en tu rostro el dolor, el sufrimiento, me grita, no quiero
verte más, ya me cansaste, ¿Dónde dejaste mis caminos, mis senderos?, ¿Por qué
te apropiaste de ellos, de mi casa, de mi dolor, de mi angustia, de mis sueños?
Cada visita a
casa de las primas, era un sendero de dolor, difícil de contener, cada día empeoraba,
sus alucinaciones eran terribles, decía leer en nuestros rostros y ademanes
situaciones por las que estábamos atravesando, pero además agregaba que
escuchaba voces, que le gritaban cosas, que Ella debía obedecer las órdenes que
le daban, escúchame Antonia, obedezco órdenes, el día que no ejecute alguno de
sus mandatos, uno de Ustedes morirá de manera violenta, si no ejecuto lo que me
dicen, me quedaré en letargo total en este mundo que no soporto.
Sentíamos la
desesperación, el miedo en sus bellos ojos, y lágrimas corrían por estos, con
su memoria prodigiosa, nos relataba casi siempre todo lo feliz que era en la
Hacienda de mis tíos, recordaba con detalles la casa de la bisabuela Julia, de
quien había heredado ese color de ojos.
De verdad, ya no
sabíamos qué hacer, Sonia salió a mi encuentro, esta visita era como un bálsamo
para sus heridas, me abrazó y se puso a llorar en mi pecho, mira, tu hermano me
dice que no se puede hacer nada, esa maldita esquizofrenia la tiene acabada, lo
único que la contiene un poco son los medicamentos que a diario debo darle,
pero ya tu sabes cómo es Ella, algunas veces los recibe, otras me engaña y
aparecen tirados en cualquier parte, definitivamente ya no sé cómo contenerla.
De manera
permanente tengo que estar detrás de Ella, no sé en qué momento pueda atentar
contra su vida, todos los días hago un recorrido general, por toda la casa,
revisando que no haya nada que pueda alcanzar y lo pueda utilizar para lograr
sus propósitos, ya no tengo vida, no sabes lo que me duele el verla en ese
estado.
Pienso que hay
que hacer algo, mujer llevas años, los mejores años de tu vida dedicados a
cuidar de tu hermana, Arnulfo sugiere que lo mejor es internarla, así se nos
parta el alma, y se desperdicien los ratos lúcidos que son muchos en el día,
Ana, grita, ¡por favor ven!, mi prima y Yo salimos corriendo para ver que
quería, tenía en sus manos un turpial, lo estaba acariciando y le cantaba una
canción de cuna, quedamos extasiadas, su voz era una total melodía, las
lágrimas corrían por sus mejillas y profundos suspiros salían de su corazón,
mira, llegó Andrés, me está abrazando, nos miramos llenas de compasión, algunas
veces recordaba a su hijo, quien a los dieciocho años se quitó la vida.
Era una
tragedia, tras otra tragedia, nos miramos y volvió a nuestros recuerdos ese
día, ese terrible día cuando Andrés tomo el arma de su padre y se disparó
dentro de su boca, quedando el estudio todo salpicado de sangre, sesos y dolor,
qué mañana tan funesta, toda la familia acudió al llamado de la familia, ya
sabíamos que en cualquier momento algo así podía ocurrir, él no quería vivir,
no le encontraba objetivo ni ilusión a la vida, para él , su existencia carecía
de importancia, era levantarse, desayunar, ir al colegio, almorzar, regresar a
casa, ponerse a estudiar, dormir, todo en un perfecto círculo vicioso, a diario
repetía que se quería matar y nos advertía que tarde que temprano él lo iba a
hacer, para dejar de sufrir y que sus padres y su familia no vivieran permanentemente
con esa zozobra.
Luego de la
visita de Andrés, nos sentamos al lado de Ella a recordar situaciones de la
familia, tratábamos por todos los medios de cambiarle el tema, recordamos la
historia de la amiga imaginaria de Alicia, otra de nuestras primas, no podíamos
de la risa, al recordar ese episodio, igualmente recordamos el día que la
bisabuela Julia, correteó por toda la casa a mi hermana Beatriz, la biza no la
quería y la hizo salir corriendo, tal pareciera que nuestra familia tenía en su
genética algún problema.
En fin, ese día
fue casi que maravilloso, estaba Ana más tranquila, tal pareciera que la visita
de su Andrés en forma de un pájaro, la había reconfortado, al calor de un
delicioso chocolate y una torta deliciosa que hacía Sonia, estuvimos mucho
tiempo, charlando, riéndonos, acordándonos de infinidad de situaciones, nuestra
familia era numerosa y muy unida y teníamos grandes anécdotas para recordar.
A eso de las
8:00 P:M, me despedí de las primas, Anita no quería que me fuera, me insistió
varias veces para que me quedara, le expliqué el por qué no me podía quedar,
con el compromiso de volver al día siguiente otro rato en la noche, para otra
tertulia maravillosa, nos abrazamos y partí para mi casa, a continuar
trabajando en un caso que recientemente me había llegado.
Al día siguiente,
me levanté un poco preocupada, llamé a mi hermano y me dijo lo que venía
repitiendo desde hacía varios años, a la prima hay que internarla, Sonia está
corriendo peligro, no sabemos en qué momento, Ella no se tome las pastas y
tenga alguna alucinación y una de esas voces le dé la orden de que atente
contra algún miembro de la familia.
Antonia, Ustedes
parecieran que evaden la realidad, o se interna quieran o no quieran o
preparémonos para una tragedia, esto no es un juego.
Quedé más
preocupada que de costumbre, dado que mi hermano era un gran médico Psiquiatra
reconocido.
Decidida, me
alisté para pasar a eso de las 4:00 de la tarde por la casa de las primas,
faltando una hora para salir y mientras terminaba de arreglarme sonó el
celular, miré y era Sonia quien me estaba llamando, contesté y enmudecí, me
apoyé en el closet, quedando totalmente demacrada, desde el teléfono escuchaba
a Sonia, gritando enloquecida, lo hizo, lo hizo, ¡ay¡prima, se colgó del
dintel de la puerta de su cuarto, no sé qué hacer, llama a Arnulfo, creo que me
estoy enloqueciendo, aterrada, corrí a su casa, sí, allí estaba y sobre su mesa
de noche una carta que decía, una voz de hombre me pide que te quite la vida
querida hermana, por primera vez desobedecí su orden, por ello he decidido
acabar con la mía, perdóname, perdónenme querida familia, no puedo más.
Imagen de la web. CONSTELACIÓN "Despertando" de Joan Miró.