sábado, 13 de noviembre de 2021

INSTANTES EN UN PEDACITO DE LA CANDELARIA.




La calle angosta y empinada cubierta de piedras, con sus casas antiguas llenas de grandes interrogantes y secretos, hoy, convertidas en discretos instantes, reciben con sus brazos abiertos a grupos heterogéneos, quienes degustan una cerveza, un aguardiente o una deliciosa torta, todo esto acompañado de una suave melodía que surge con despreocupación de alguno de sus sitios.

Una vez los pies se introducen por aquella calle larga denominada “China”, la imaginación  vuela sumergiéndose en la época de la Colonia; un bastón ameniza la mano, un sombrero de copa danza en los pensamientos, una falda larga se agita como se agita sobre el corpiño los senos de las adolescentes; Cuando la historia desemboca en la plazoleta del Chorro de Quevedo, la flauta, la quena, el acordeón y la guitarra dan la bienvenida, figuras sentadas sobre el suelo sueñan, escuchan historias y un cuentero relata la trama que teje la desaparición de la dama sentada en el balcón, dueña de aquel hermoso gato y ese exótico personaje viajero, el cual no se volvió a ver cuando la mujer desapareció sin dejar rastro alguno.

 Es allí, donde la historia se pierde por una calle pintoresca, al frente de una banca que invita al amor, la puerta de aspecto bohemio se abre para darle cabida al corazón, que palpita al ritmo de la majestuosidad de la música, interpretada por dos seres de aspecto diferente y voz inigualable, esa música del mundo penetra cada espacio del “breve espacio en que se habita”; es tu casa, es mi casa, la casa de todos, mesas con lámparas a media luz alumbran el ensueño, la amistad, el amor, el olvido, el calorcito sostenido por una pequeña chimenea, se abraza al corazón nostálgico, haciéndolo latir profundamente.

Los recuerdos invaden las grietas del pensamiento, salen a flor de piel los deseos reprimidos, se intercambian sentimientos, se lucha para que el amor no aflore sin decoro, para que los sentimientos no se conviertan en viento que transgreda el sitio y a sus visitantes.

En ese sitio denominado EL GATO GRIS, las paredes guardan el silencio de un beso profundo, el secreto de un amor no correspondido, el llanto de un alma o la suave caricia de un cuerpo que se brinda con pasión contenida, revelando todos los instantes del universo, implícito en ese majestuoso hoy, reserva del mañana.

 Sitio pintoresco, como una copa de prosa y verso descubriendo la noche y la noche develando el sentir de aquella alma bohemia, que se permitió soltar su mente atada al no se puede, por un sí de un único instante, que se dispone a soñar en el brindis de un hasta siempre.        

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